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Nuestro. El Atlántico realzando la belleza del desnudo masculino.

Plasmar la belleza de la figura masculina en entornos que resaltaran su armonía y su importancia. Para lograr destacarla como motivo central de las obras, recurro al paisaje de las costas de Tenerife y sus zonas más abruptas y desiguales, peñascos, terminales cortantes de lava y agua que el Atlántico regala y que escapa y retorna de nuevo por los caminos que se forman entre las rocas.

La luz es aún potente y los colores empleados son la sensación que nos producen los atardeceres enigmáticos, donde se adivina que esos colores cuando el sol está en alto son brillantes y amalgamados y que en las últimas horas del día se apagan sin perder del todo la fuerza cromática de la que disfrutamos en esta, nuestra Tierra.

Los desnudos que aparecen en las obras tienen la intención de reivindicar esos momentos en los que el ser humano no tiene oficio, sus movimientos no tienen ninguna finalidad concreta ni quiere ir a ninguna parte. No aparece rodeado de enseres que nos hagan visualizar ninguna propuesta de actividad mas allá del disfrute y aparece solo, engrandeciendo el momento de conexión con el entorno, ese que conoce desde niño, que ha sido testigo de sus juegos y que no sabe como olvidó.

Un reencuentro en el que solo quiere mirar al horizonte contemplando la caída del sol o sumergirse en el mar para revivir sensaciones anteriores en un solo instante que puede durar horas. 
Se pretende dar un enfoque diferente de la soledad como conexión con nuestro interior, reivindicar la figura masculina en estado contemplativo y romper con los estereotipos de género que durante mucho tiempo daban determinadas conceptualidades sólo a la mujer.

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